Dic 22, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Museo dedicado a Robin Williams y Mickey Rooney
Al nombre de Shawn Levy (y no hay que confundirlo con el respetado crítico y autor de la mejor biografía escrita sobre Paul Newman), ya le podemos pegar y sellar la etiqueta de «hombre de cine», gracias a sus meritorias aptitudes en distintas ramas. Director, productor, escritor y actor son las facetas en las que se ha movido el realizador canadiense y de las que ha salido, más o menos, con buen pie (al menos en lo que a la taquilla se refiere). Desde su debut coral junto a varios compañeros en la dirección con Lassie (1997), Shawn Levy ha sido el responsable de dirigir algunos de los títulos que están en el recuerdo de aquellos amantes de las comedias familiares: Recién casados (2003), Doce en casa (2003), Los becarios (2013) y, por supuesto, de la saga Noche en el museo que en estas navidades apuntilla su trilogía con subtítulo, El secreto del faraón.
Y la historia en esta última entrega vuelve a hilarse a través de Larry Daley (Ben Stiller), guardia de seguridad de este mágico museo el cual intentará resolver el misterio que está causando que sus personajes más cotizados y secuaces en el edificio, se vean envueltos en una auténtica maldición. A través de muchas carreras nocturnas por el hechizante museo, y en una cuadrilla que también incluye la compañía de su hijo (Skyler Gisondo), Larry topará con la cultura remota del antiguo Egipto, que esconde una tabla con un trascendental secreto.
El espectador podrá pasar un buen rato en el museo si logra quitarse las telarañas amenazantes y presentes siempre en unas secuelas que suelen acusar el buen nivel de sus predecesoras -sobre todo de la primera-. En este sentido, más allá de la siempre creíble y dinámica actuación del señor Stiller, el filme cuenta con dos auténticos regalos insospechados para sí mismo pero también para nuestros ojos: tener la oportunidad de contemplar por última (o penúltima vez) en pantalla a dos célebres actores que, en distintas generaciones, han alcanzado grandes cotas de cariño como Mickey Rooney y, sobre todo, Robin Williams. En especial este último se muestra mucho más que cómodo, como un imán que absorbe en sus escenas cualquier píxel suelto en pantalla, en su papel del Presidente Theodore «Teddy»Roosevelt,
En aquellos reproches que podamos incluir en la bolsa de juicios de esta cinta, seguramente ocuparía la «pole position» entre tanta carrera nocturna, la escasa o nula profundidad de una trama con la que se podría haber cosido un ganchillo más garboso y destinado a «darle carne y curry» a ese, presuntamente, gran secreto de faraones. No obstante, son tantos los imputs positivos que se figuran por el museo, que de bien seguro el público encontrará más motivos de pasatiempos y pequeños regocijos que de haber perdido el tiempo y el dinero. Y entre el primer grupo se podría citar a la magia encantada que, si está bien situada, es muy difícil que no seduzca ni aunque sea una migaja, así como la estratégica e inusitada congregación de personajes que desfilan entre el arte: un hombre primitivo (interpretado por el propio Stiller), Atila, el rey de los hunos, Sir Lancelot, un mono capuchino o un vaquero del viejo oeste en miniatura.
Noche en el museo 3: El secreto del faraón no es la mejor de la saga, pero sigue manteniendo fresco el tarro de las esencias con las que se presentó y logró embelesar a un fiel ejército de público en taquilla y, sobre todo, merece la pena despedirse para siempre de la sonrisa desdichada que ha hecho feliz a tanta gente en su infancia, y ya añorado, Robin Williams.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 5,4
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