Mar 02, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Josemanuel Escribano
Dir.: Stephen Frears
Pro.: Steve Coogan, Gabrielle Tana Gui.: Steve Coogan, Jeff Pope
Int.: Judy Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark
Como tantos otros grandes del cine británico, Stephen Frears se formó en la televisión; desde finales de los 60 hasta los primeros 80 realizó un buen número –casi 40, en realidad- de capítulos de series y películas para la pequeña pantalla. Y sin abandonarla del todo, ha dirigido cine con enorme éxito desde 1985: Mi hermosa lavandería, Ábrete de orejas, Las amistades peligrosas, Mary Reilly, La camioneta, Hi-Lo Country –con Penélope Cruz iniciando su carrera internacional-, Negocios ocultos, La reina… son solo algunos de sus 23 títulos, importantes y sugerentes casi todos ellos.
También lo es este último: Philomena, escrito, producido y protagonizado por SteveCoogan, personaje polifacético y quizá el actor más interesante y en mejor forma de su generación. Claro que aquí lo que hace es acompañar y ayudar al brillo de su compañera, la maravillosa Judi Dench –nominada al Oscar por este personaje- que da nombre a la película: ella es Philomena Lee, una mujer de setenta años que lleva casi cincuenta sin saber nada de su hijo. Cuando era una adolescente, Philomena se quedó embarazada y fue cruelmente arrojada a la institución –lo más parecido a una cárcel- que las Hermanas del Corazón de Jesús mantenían en Roscrea, en el corazón de la muy católica Irlanda.
Resuenan los ecos de Las hermanas de la Magdalena (Peter Mullan, 2002), otra película que cuenta hechos parecidos. En Roscrea –hasta su clausura en 1970- lasmonjas maltrataban ferozmente a las chicas que caían en sus manos. Descarriadas, pecadoras y merecedoras de todos los castigos, trabajaban en condiciones espantosas,daban a luz sin ningún auxilio médico –a veces con resultados fatales para madre e hijo- y perdían después los niños, vendidos por sus captoras a familias adineradas y poco escrupulosas.
Desde un ventanuco enrejado de su prisión, Philomena vio cómo se llevaban a su hijo Michel, y su imagen todavía no se le ha borrado. Y ahora, en el tramo final de su vida, quiere buscarlo, saber de él, reconocerlo. Casi por casualidad, traba conocimiento conMartin Sixsmith, un periodista que, recién despedido de un puesto importante en el Gobierno, busca inspiración para escribir un libro con el suficiente interés humano. Martin, sin mucho convencimiento, decide ayudar a la mujer a encontrar el rastro de su hijo, aunque para ello tengan que atravesar días y kilómetros, e incluso viajar muy lejos y ahondar en secretos y verdades nunca sospechados.
Martin y Philomena son personas muy distintas. Ella es creyente, católica convencida de su culpa –el placer momentáneo y eternamente pecaminoso-; él es agnóstico rozando el ateísmo y educadamente distante –a un paso del cinismo-. Él es un hombre de mundo, inteligente y un punto egoísta; ella es una mujer sencilla, poco cultivada pero de gran corazón. Cuando inician el viaje, con una primera visita a Roscrea, la hostilidad, las mentiras y el desprecio de las monjas enfurecen a Martin, pero dan fuerzas a Philomenapara seguir buscando a su hijo. Cuando él descubre que el niño fue entregado a un matrimonio americano, ella no duda en pedirle que la lleve hasta allí.
Formalmente, la película es tanto un relato de viaje –la “road movie” clásica- como una historia “de colegas”, géneros que a menudo se dan juntos y que aquí siguen los cánones establecidos. Según se desarrolla el recorrido, y a la par que van apareciendo personajes y sucediendo acontecimientos, la relación entre los protagonistas se aproxima, se solidifica hasta la cohesión de sentimientos y propósitos. Cuando terminan su viaje y se cierra el círculo de la búsqueda, la amistad ha sustituido a la desconfianza y el destino se rinde a la fuerza de voluntad que no cede ante la hipocresía, la intolerancia, la crueldad y los vaivenes de la vida.
Aunque, naturalmente, la escritura de un guion tan poderoso y certero no deja resquicio a la complacencia ni al sentimentalismo. La historia, como decía, es real; pero aunque no lo fuera, la película seguiría siendo verídica y necesaria: toda una lección.
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