Feb 18, 2015 Dani Arrébola Críticas, Especial Oscar 0
Por Dani Arrébola
Más allá del puente de Alabama y de Luther King
Aunque afortunadamente empiece a ser corriente criticar películas donde detrás de la cámara se encuentren las manos de una mujer, el caso de Ava DuVernay sigue siendo excepcional por su índole polifacética: directora de cortometrajes, largometrajes y documentales; productora de películas y series de televisión; distribuidora; guionista, relaciones públicas en alguna que otra major… y así hasta completar un largo abanico de ramas en las que esta ingeniosa e interesante mujer ha estado presente en la industria del cine. No es que su obra concreta en la gran pantalla sea muy extensa, y tampoco es que hayamos podido ver en nuestro país mucho acerca de la misma, pero las voces de la crítica americana quedaron prendadas con varias de sus piezas. Por citar un sólo ejemplo, I will follow (2011), logró emocionar en una historia en la que una apenada protagonista intentaba sentirse «feliz» con la ayuda de sus queridas visitas hogareñas. Parecía evidente pues, que estaba al caer el año en que la Academia recompensara a DuVernay con alguna nominación al Oscar. Con Selma, además de convertirse en el primer trabajo de una mujer negra que consigue estar nominado a mejor Película, Ava DuVernay se atreve nada más y nada menos, que a sacar punta de una de las vidas más delicadas y respetadas de la América de los 60: la del activista Martin Luther King.
Con guión de la propia DuVernay en colaboración junto a Paul Webb, la historia se centra en 1965, cuando Luther King (David Oyelowo) organiza una marcha en defensa de los derechos civiles de la clase negra, desde la localidad de Selma hacia Montgomery, en el estado de Alabama. El acto, que llevará duras reprimendas políticas y violentas cargas policiales, servirá para encumbrar aún más la figura del ya Premio Nobel de la Paz, a la vez que presionará al Presidente Lyndon Johnson (Tom Wilkinson) a adelantar y promulgar una nueva Ley de derecho al voto con tal que las distancias y fisuras sociales equilibren, al fin, a los ciudadanos americanos negros con sus compatriotas blancos.
DuVernay dirige con estilo, garra y firmeza una cinta que a más de uno se le hubiera escurrido entre la compleja selección de su trascendental episodio. En este sentido, la película sortea con creces la amenazante y torpe trampa que sobre la misma se cernía, que no era otra que la de haber caído sin escapada posible en la trinchera del retrato de su célebre protagonista. Lejos de ofrecer ese único leitmotiv como plus hacia el espectador, -con el propio título ya deducimos que la cesión del protagonismo se destina a un lugar como Selma, a una acción, a unos hechos, a un colectivo y no a un sólo personaje-, es digno de alabar el coraje de la directora a la hora de seleccionar e insertar una de aquellas sombras poco fotografiadas en la causa de este pasaje, como es el tenso diálogo entre Luther King y el Presidente Johnson, que es, por cierto, un mandatario muy poco filmado en Hollywood. Y a pesar de que la exploración política tampoco quede colmada de un sinfín de respuestas, la película corrige cualquier agujero en su tejido argumental haciendo circular al espectador por sus propios raíles, por sus propios pasos en el puente de Alabama, donde cada acelerón y cada frenazo parece estar medido al milímetro en favor de un público que encontrará su propia y presurosa zancada.
A este logro de elegancia formal contribuyen con creces otros dos hilvanados que dejarán poso por un largo rato en buena parte de las mentes sensoriales. El primero de ellos es la excelente selección musical, capitaneada por el tema balada con aires de hip-hop Glory de John Legend el cual tiene el honor de ser «la otra» nominación con la que parte el filme en los Oscars, ya que sólo parte con dos candidaturas. Take my hand, Precious Lord cantado a capella, o Walk with me de Martha Bass, son otros del abano de pistas que van sonando con mimo y precisión entre transiciones de marchas y aporreos. Y en segundo lugar, merece el total aplauso la energía coral derrochada de unas interpretaciones abanderadas por un David Oyelowo que ofrece inteligencia en su construcción del personaje o, lo que es lo mismo, queda contenido a la perfección sin pasarse en ningún momento de la raya o, en este caso, del puente de Alabama. En la misma línea está el resto del elenco en el que destaca una vigorosa Oprah Winfrey y unos más que eficaces dentro de sus ásperos antagonismos, Tom Wilkinson y Tim Roth, este último como el intransigente Gobernador Wallace de Alabama.
Las dudas albergadas sobre si la inclusión en el grupo de aspirantes a mejor película era, o no era, una concesión anual de la Academia a la clase social negra, quedan del todo disipadas: Selma merece estar ahí. Incluso una vez contemplado su visionado, alguno podría decir con razón y cordura que su botín de nominaciones se queda bastante pobre, sobre todo en su parte artística. A pesar de que su falta de redondez argumental la desquita de la etiqueta de obra maestra, la poderosa fuerza que alberga Selma en sus interpretaciones y el intelecto que demuestra su directora a la hora de plantear el episodio, son motivos más que suficientes para su obligado consumo.
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