May 29, 2015 Eva Garcia Críticas 0
Más de lo mismo en lo nuevo del género carcelario
En estos últimos años están llegando a nuestra cartelera muchas películas – la italiana La gran belleza (2013) o la estonia Mandarinas (2013) – que no proceden de la industria de Hollywood y que, pese a todo pronóstico, están triunfando y ganándose el clamor del público, siempre crítico con el cine. El australiano Julius Avery se ha sumado a esta corriente y tras más de 10 años trabajando como realizador de cortometrajes – Little Man (2004) o Jerrycan (2008) por el que compitió en Cannes – ha dirigido su primera película, Son of a gun (2014). Aunque le reconocemos el mérito de intentarlo, el australiano no ha logrado estar a la altura de las grandes cintas debido al argumento previsible y a una falta de agilidad en el guion.
El joven JR (Brenton Thwaites) debe pasar unos meses en prisión debido a un delito menor. Una vez allí, JR se percata de lo complicada que es la vida encerrado entre atracadores, asesinos, violadores y delincuentes varios. Rápidamente se acogerá a la protección ofrecida por el preso más temido y respetado, Brendan Lynch (Ewan McGregor), y así sobrevivir pero, todo tiene un precio. Una vez fuera de la cárcel, el joven debe saldar su deuda y poner en práctica el plan de fuga. Con el grupo en libertad, empieza una carrera de resistencia entorpecida por atracos, amistades y amores.
Como ya hemos mencionado, esta película se basa en un guion poco original. Todo empieza con una historia muy previsible en que un chico inmaduro conoce a un hombre experimentado y ve en él la figura paterna que siempre ha añorado. Más adelante y, sin sorprender al público, el pupilo se convierte en maestro. En una historia de atracos y enredos amorosos manejados por mafiosos, el ajedrez se convierte en un juego crucial. La metáfora aquí es un punto a favor del guion. Cada pieza representa un personaje y cada movimiento, una estrategia. Incluso desde la cárcel se sacrifican peones. Es esa parte precisamente, la de la cárcel, la mejor de la película – como ya pasaba en series como Prison Break (2005 – 2009) o en Alcatraz (2012) –.
El protagonista de la cinta es el joven Brenton Thwaites – a quién vimos en La señal (2014) y veremos en la próxima entrega de la rentable saga Piratas del Caribe –. El joven actor australiano logra interpretar un papel exento de carisma con el que el espectador no logra empatizar. El mejor es sin duda Ewan McGregor que encarna a un atracador sin escrúpulos en lo que es para él un gran cambio de registro. El que fuera protagonista del musical Moulin Rouge (2001) consigue salvar la película gracias a su lucidez interpretativa.
Aunque la cinta australiana pretenda sorprender al público con un giro inesperado en el final – como aquél que sí sorprendió en Ocean’s Eleven (2001) en que nada era lo que parecía –, no lo consigue ya que desde los primeros minutos se puede intuir por dónde van los tiros. Una película sobre cárceles que lejos de deslumbrar como las míticas Papillon (1973) o La gran evasión (1963) sí consigue entretener.
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