Jun 17, 2013 Dani Arrébola Críticas 0
Pro.: Danny Boyle, Christian Colson
Gui.: Joe Ahearne, John Hodge
Int.: James McAvoy, Rosario Dawson, Vincent Cassel
Danny Boyle dirigió en 1994 Tumba abierta, que inauguraba un giro nuevo en los esquemas del cine negro; pero tuvo mucho más éxito con su siguiente película, Trainspotting, que lo lanzó a la fama mundial; después siguió con diferente fortuna –Una historia diferente, La playa, 28 días después, Millones y Sunshine– hasta llegar al bombazo de Slumdogmillionaire (2008): ocho Oscar, siete BAFTA, cuatro Globos de Oro y muchos premios más. En las antípodas de ese brillante espectáculo, rodó hace tres años 127 horas, y ahora nos llega esta nueva historia hipnótica y laberíntica.
El relato empieza cuando en una importante casa de subastas de Londres se está pujando por un cuadro de Goya. De pronto, se produce un grave incidente, con toda la pinta de ser un asalto; y, siguiendo el procedimiento, el mecanismo de seguridad se pone en marcha: Simon, el joven y eficaz jefe de sala, retira la pintura y la deja a buen recaudo, mientras el público, aterrorizado, corre de un lado para otro tratando de escapar. Al cesar la confusión, el cuadro ha desaparecido. En realidad, una banda de ladrones, con un plan muy bien pensado, ha intentado robarlo; y ahora Franck, su jefe, lo que quiere es que Simon les diga dónde lo ha guardado. El problema es que durante el atraco el hombre ha recibido un golpe en la cabeza y no puede recordar lo que ha pasado, ni aunque lo torturen salvajemente. Franck, entonces, decide contratar a Elizabeth Lamb, una psicóloga especialista en hipnosis, para que entre en la mente de Simon y revele su secreto. Y empieza un juego mental –y a ratos muy físico- a tres bandas, en el que los recuerdos de Simon van reapareciendo, llenando los huecos de su memoria. O eso parece, porque las verdades se mezclan con las mentiras, la realidad con los ensueños, y los manejos de la psicóloga chocan con las exigencias del ladrón.
La verdad es que Trance se puede contemplar desde diferentes puntos de vista. Como thriller clásico –subgénero psicoanalítico, lo que tanto gustaba a Hitchcock-, no resiste el análisis; es mejor tomarlo como lo que es: un divertimiento fílmico, muy bien rodado –espectacular en muchos momentos- y con un guion muy eficaz –y muy, muy tramposo- lleno de referencias sutiles y algunas, además, divertidas, al servicio de un enredo triangular, referente habitual del director.
De alguna manera, Boyle y Hodge le dan la vuelta a la seriedad del psicoanálisis –algo así como el contratipo de Un método peligroso de Cronenberg-, buceando en las escondidas pulsiones sexuales de los protagonistas. Goya, aunque el robo de su cuadro sea solo un pretexto, no desaparece del panorama, sino que se revela como pieza central del engranaje: el genio aragonés fue el primero, en toda la historia del arte occidental, en atreverse a reproducir el vello púbico femenino; en su “Maja desnuda”, por supuesto. Detalle genital que resulta de suma importancia para la recuperación… total de Simon y para la exhibición no menos completa de la doctora Lamb, la muy atractiva Rosario Dawson.
Toda la zona final de la película nos lleva de traca en traca y de sorpresa en sorpresa; la verdad es que no todas, como ya apuntaba, absolutamente legítimas. Boyle ha tenido mayor interés en retorcer el argumento, haciendo que en cada momento suceda algo inesperado, algo que cambie el sentido del relato; a costa, naturalmente, de que algunos sucesos rocen lo inverosímil y de que los protagonistas se desnaturalicen un tanto. Quedan, eso sí, otras estupendas señas de identidad: el ritmo trepidante, las imágenes estupendas en secuencias modélicas, la ambigüedad de los caracteres, lejísimos de cualquier maniqueísmo.
Y un elemento que me parece novedoso en la filmografía del director: el protagonismo de la mujer. La psicóloga que atrae y despide a Simon una y otra vez, que manipula la voluntad y los deseos inconfesados de Franck, que aparece como por casualidad y que termina robándoles el papel, el plano y todo lo demás a sus desprevenidos compañeros de viaje. Si triunfa o fracasa, ya se verá; pero el clímax –también el cinematográfico- lo domina ella.
(http://www.trancethemovie.com/)
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