May 27, 2023 Arnau Martín Camarasa Cannes 2023, Críticas, Mundo APTC 0
En las repescas de la Sección Oficial que el festival de Cannes programa para la última jornada, hemos tenido acceso a «Anatomy of a Fall», la película de Justine Triet recién salida del horno. En ella, se nos cuenta la historia de una mujer que acaba de perder a su marido de forma trágica, aparentemente suicidándose desde su habitación, arrojándose por el balcón. La estrategia narrativa a la que la cineasta recurre es francamente interesante, pues reconstruye la dinámica de los acontecimientos desde el flashback, a la manera del cine clásico. Esta operación cinematográfica se escribe pensando en pasado, desde un presente asfixiante en los tribunales que trata de arrojar luz sobre lo sucedido. Sin embargo, a efectos prácticos es una fórmula que deja entrever sus fallas desde los primeros minutos.
Triet nos brinda uno de los comienzos peor articulados que se han exhibido en esta edición del festival. Un interesante trabajo de primeros planos se engarza con el punto de vista de un perro -este festival también es de canes- y una música mediocre que se desenvuelve en bucle, con tal de descubrirle al espectador, de forma repentina, que un hombre se ha precipitado al vacío. El propio detonante ya nos expulsa de la película y marca una distancia antinatural y antipática.
Poco después, fluye ante nosotros un film repelente, insensible y ruidoso. La trama es un hueso que no le proporciona ningún gesto humano al espectador y que se piensa que es mejor de lo que en realidad es. La directora de «El reflejo de Sibyl», en un despliegue matemático que se presta a reconstruir verbalmente una relación desgastada, piensa que filma como Preminger y que escribe como Bergman, por lo que sus pretensiones creativas son lo que más despunta a primera vista. Apenas existe hondura psicológica en los personajes, quienes se lanzan un bombardeo de palabras tan convencidas de su importancia y trascendencia que carecen de todo valor. «Anatomy of a Fall» también está segura de que realiza una crítica exhaustiva a la institución judicial, caracterizada por un patriarcado impúdico y casposo, cuando todo está limitado a la exposición y a la reiteración. Mediante una interminable dosis de fraseología, se transiciona de una temática a otra, sin organicidad. El personaje del hijo, que es un niño ciego con problemas de socialización, no aporta nada significativo, y es un mero apoyo dramático para potenciar el enfoque tremendista.
Sandra Hüller, por su parte, está totalmente entregada a la causa, y si le entregan la Palma de Oro a mejor intérprete será un fantástico reconocimiento, aunque sea para reconocer su esfuerzo aquí, en «The Zone of Interest» o en «Toni Erdmann». La actriz aguanta con tesón los primeros planos y su presencia dentro del plano es muy sólida. Por desgracia, a Triet se le olvida que quizá son los microgestos y los instantes de pausa los que pueden decir más que las escenas histéricas.
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