Oct 13, 2014 Dani Arrébola Críticas, Escribano para APTC 0
Dir. Jan Verheyen
Pro.: Peter Bouckaert Gui.: Jan Verheyen
Int.: Koen De Bouw, Johan Leysen, Veerle Baetens
El cine belga –sus creadores, sus intérpretes- no es muy conocido en nuestro país y se va dejando caer en nuestras pantallas casi con cuentagotas: las películas de los hermanos Dardenne –este mes se estrena su nueva película Dos días una noche- o la magnífica Alabama Monroe de la pasada temporada, son posibles ejemplos de esta escasa penetración. Con esta última comparte algunos de sus protagonistas El veredicto, una impactante historia que pone patas arriba los fundamentos del sistema judicial.
Luc es un ejecutivo en plena madurez, y un hombre casi feliz. Tiene mujer y una hija y una buena posición. Está un poco nervioso, porque contempla en su horizonte inmediato un importante ascenso en su empresa: nada menos que sustituir al presidente, que se jubila y ha pensado en él como sucesor. Todo parece ir sobre ruedas, pero un futuro tan prometedor se quiebra definitivamente una noche trágica, cuando pierde a la vez a su esposa y a su hija: la niña sufre un atropello mortal instantes después de que su mujer sea asaltada y asesinada por un delincuente enfurecido.
Luc apenas es capaz de asimilar tanta desgracia. Solo, deprimido, se enfrenta a una realidad que ya no le interesa. Pero cuando parece que la vida tiende a encarrilarse, vuelve a golpearlo con lo que menos imaginaba. Su drama se multiplica y se consuma cuando el hombre, arrasado definitivamente por el dolor, contempla cómo un increíble error de procedimiento –una diligencia sin firmar, advertida por una hábil abogada- permite que el autor de la muerte de su mujer quede libre y salga a la calle como si nada hubiera pasado. Desde ese momento, Luc solo vive para planear y ejecutar la venganza que le permita sobrellevar su existencia.
Su determinación puede más que su depresión, y calcula fríamente todos los pasos a seguir. En su punto de mira está, claro, el agresor; pero también la ley, los procedimientos y sus administradores. No se va a detener ante obstáculos ni consideraciones morales o legales: está decidido. Y espera, y adivina, que las consecuencias de sus actos van a provocar un tremendo terremoto –jurídico, político y social- que terminará por alcanzar a todas las capas y estructuras del país: el gobierno, la judicatura, por supuesto la prensa, y la opinión pública toman partido en un proceso apasionante y controvertido.
Jan Verheyen maneja los hilos del relato con extrema precisión. La historia, estructurada en dos tiempos, con prólogo y epílogo, mide perfectamente la progresión del interés y la emoción. En su segunda mitad, asume el esquema clásico de las películas de juicios: el ministerio fiscal, que trata de salvar la cara del gobierno; la abogada de la acusación, implacable desde su férrea convicción; el de la defensa, experimentado y poderoso, que sabe utilizar todos los recodos de la ley; los miembros del jurado, voluntariosos y honrados, pero impresionables; y el acusado. Todos confluyen al amparo de la justicia… si no fuera porque casi ninguno sabe qué es la justicia ni creen de verdad que exista.
Los que sí creen en lo que hacen son los magníficos intérpretes que los representan, encabezados por Koen De Bouw –una estrella en Bélgica-, que asume casi todos los planos y dota de auténtica desesperación, amargura y obstinación, a partes iguales, a este personaje capaz de revolver las conciencias con su actitud y su discurso. Un tremendo alegato, nada panfletario, tan acertado y tan sincero como rotundo. Es imposible no sentirse afectado por lo que se presencia y por la certeza de que eso mismo –o casos parecidos- se ve todos los días, en cualquier rincón del mundo, a veces con consecuencias terribles y definitivas: inocentes condenados, culpables en libertad –no se sabe qué es peor-, y legisladores ineptos, insolidarios y corruptos. El veredicto pone al espectador ante esa inquietante cuestión: quién hace leyes tan malas, quién las administra y por qué cuesta tanto ponerle remedio a esta calamidad.
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