May 15, 2019 Dani Arrébola Series APTC, Uncategorized 0
Por Samuel Fonfría
La euforia ha ganado la batalla a la cordura
Después de 8 temporadas, de 72 episodios, de incontables horas e inmensas tramas y entresijos entre los personajes, por fin llegó la ansiada batalla, el clímax de Juego de Tronos. La batalla que decidiera el futuro rey que se sentara en el trono de los Siete Reinos ha sido el conflicto que ha enturbiado la vida de los personajes, prácticamente, a lo largo de todas las temporadas. Debía ser el episodio cumbre de esta serie porque la ocasión lo merecía. En este quinto, el ejército de Daenerys (Emilia Clarke) y Jon Nieve (Kit Harrington) se enfrentarían al de Cercei (Lena Headey) y barren por completo el ejército enemigo. Daenerys junto a Drogon fulminan la flota de Euron Greyjoy (Pilou Asbæk) y, posteriormente, elimina todos los escorpiones de las murallas de Desembarco del Rey, terminando también con La Compañía Dorada. Esto permite a Jon y todo el ejercito entrar en la ciudad sin apenas resistencia. Una vez rendido el ejercito Lanister, Daenerys entra en cólera y queda toda la ciudad, provocando la muerte de centenares de miles de ciudadanos y también de Cercei y Jaime (Nikolaj Coster-Waldau).
Muchas cosas han sucedido en este episodio, innumerables momentos que habrán dejado turbia la mente del espectador sin saber en que dirección ha soplado el viento. Empezando por el realizador del episodio, Miguel Sapochnik (ha dirigido otros episodios como La Batalla de los Bastardos, La larga noche…) realiza otro increíble trabajo culminando el que, visualmente, sea el episodio más impresionante de toda la serie. Sapochnik sabe dónde posicionar la cámara para tejer, de forma magistral, un conflicto denso con tantos acontecimientos que suceden al mismo tiempo. Pero como bien dice el Robert Mckee, las historias plagadas de escenas forzadas y clichés, los directores deben compensarlas con algo que mantenga la atención del espectador y echan mano de los efectos transformadores y las proezas cacofónicas.
Si a lo largo de las 8 largas temporadas, el guion ha ido fragmentándose paulatinamente en elementos de segunda, en este episodio es el colofón final. Los showrunners D&D se han postrado al servicio del espectáculo. Cuando una producción se convierte en un fenómeno mundialmente conocido, una de sus consecuencias es que el patrón de esta ya no es el arte, si no, el dinero, la rentabilidad económica. D&D se han empeñado en producir una temporada que impresione, que sea diferente y para ello han querido usar hasta la saciedad un método que tanto éxito les ha otorgado, que no es otro que el giro de guion. El problema es que no puedes basar una obra en un recurso narrativo, dejándola totalmente desnuda y con una trama vacía. Esto ha provocado burdos momentos como el plot armor de Arya que le impide morir en varios momentos, la frágil Compañía Dorada que supuestamente poseía veinte mil hombres y dos mil caballeros o la falta de cordura de Daenerys que le impide ir a por su verdadera enemiga y arrasa con todos los ciudadanos sin sentido alguno entre muchos otros. Pero, esto no quiere decir que esté todo mal y que sean todos errores. Ya que, hay momentos tremendamente buenos, como la despedida entre Jamie y Tyrion, la conversación y cierre del arco entre El Perro (Rory McCann) y Arya (Maisie Williams) y la locura «in crescendo» que va apoderándose de Daenerys, que se nos presentó poco a poco a lo largo de toda la serie, pero que, el sprint final de los guionistas ha hecho que este se multiplique drásticamente en dos episodios. Pero, el cómputo global deja un sabor agridulce fruto de una falta de cohesión narrativa entre este episodio y el anterior. Fruto de la necesidad de concebir una historia impredecible que nunca puedas detectar por donde irán los tiros en el próximo instante sin atender a pasados acontecimientos de peso vital para que esta temporada cerrase las tramas como es debido.
Las campanas, el quinto episodio de la octava temporada, ha traído consigo mucha controversia a causa de unas extrañas decisiones de los creadores de Juego de Tronos, que no ha sabido mantener el pulso en el momento más importante de toda la serie. Se han cegado completamente y no han caído en la cuenta de que una historia no es mejor mientras tenga más giros de guion y más impredecible de vuelva, si no, por la veracidad y coherencia que esta albergue. Desgraciadamente estos dos últimos son los ingredientes más ausentes en este magistral plato combinado que está dejando insatisfecho a muchos comensales.
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