MIENTRAS SEAMOS JÓVENES

Sep 01, 2015 Dani Arrébola Críticas 0

Sonreír al tiempo es la mejor manera de afrontar los años

No sería precisamente pronunciar el apellido de Baumbach la primera munición que a alguien se le ocurriera lanzarle a cualquiera con tal de seducirlo -o de alejarlo quién sabe- pero con toda probabilidad, si te «da» por pronunciarlo en los lares tan cercanos como lejanos -tan fogosos como gélidos- que conforman la «fauna del cine», tendrás como recompensa y respuesta una o varias sonrisas instantáneas y, de los más fervientes seguidores, cierta loa en forma de aplauso. Hijo de una pareja de novelistas y críticos de cine -que aunque lo parezca, no es poca cosa- los raíles del cineasta estadounidense Noah Baumbach han dado paso, sin muchos desvíos, a una obra rica en una comedia evidente pero a su vez ácida con la sociedad. Una historia de Brooklyn (2005) o su más reciente Frances Ha (2012), bien pueden ser ejemplos de este pincel con el que Baumbach ha trazado su reconocida y bien respondida línea de autor que, tal y como demuestra en este último trabajo que ahora nos llega de estreno bajo el lozano título Mientras seamos jóvenes, bebe de las fuentes de influencia del maestro por antonomasia de la comedia existencialista, que todo el mundo sabe -o debería saber- que responde al nombre de Woody Allen.

Con guión elaborado por el propio Baumbach, el documentalista y profesor Josh Srebenik (Ben Stiller) junto a su esposa Cornelia (Naomi Watts) forman una pareja anclada en una vida que se amolda a lo convencional de una pareja cuarentona, esto es, no salir de la linde de la rutina más convencional que ejercen junto a sus amigos de toda la vida. Pero esa monotonía cambiará radicalmente desde el momento en que conozcan a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), una joven pareja de espíritu independiente que pronto contagiaran a Josh y Cornelia de una nueva identidad que ellos mismos desconocían.

Y si a uno le dicen que tras la cámara de todo este meollo cómico lleno de angustia existencial se esconde Woody Allen pues…sí, se lo creerá. Y tal precepto no es más que un elogio -lejos de lastrar el trabajo atribuyendo erróneamente cualquier ausencia de originalidad- a la capacidad de Baumbach para tratar de una forma tan divertida y entretenida, como seria, ese paso del tiempo, ese vértigo de la existencia que a todos nos deja mucho más torturados de lo que solemos reconocer. Si de la película pelamos esa capa de superfície tan aparentemente lisa pero realmente rugosa y profunda, más de uno -no especialmente despierto- advertirá que sirve y se sirve del aire fresco transpirado por los pulmones de los jóvenes para reivindicar la importancia que éstos tienen -o podrían tener- si entre todos ejercemos la comunión con esos «mayores», que parecen tan aislados y alejados en el tiempo de esta galopante como incontenible era digital.

Y sobre esas escenas llenas de diálogos tan salados como acertados, que bien recuerdan a cualquier buena cinta americana de los 70, y de una rica selección musical que zigzaguea entre hip-hop, adagios o el Golden Years de Bowie, los que respiran son unos creíbles Ben Stiller y Naomi Watts como las «víctimas privilegiadas» de esa drástica transformación rozagante y lozana que tan bien imprimen sus «companions» Amanda Seyfried y, sobre todo y ante todo, un Adam Driver que luce como una inquietante y fascinante sombra a lo largo de todo el filme, consolidando de propina su condición de actor emergente que debería dar que hablar -y para bien- en los años venideros y que, por cierto, tantea y afronta en esta ocasión de manera brillante.

Mientras seamos jóvenes es una comedia sobre el paso del tiempo y su fuerza inevitable que ejerce en cada uno de nosotros, que late y respira por sí sola y que está contada por un hábil e inteligente mamador de cine llamado Noah Baumbach. Incluso si la quieres ver como una mera imitación a los buenos tiempos del maestro Woody Allen, seguirá valiendo la pena pagar su entrada.