Sep 05, 2013 Dani Arrébola Clásicos 0
Si hablo de Wilder hablo de ritmo. Escena tras escena, diálogo tras diálogo: ritmo. Y si a este ritmo de narración se le suma un humor irónico, profundo y persistente me encuentro ante la filmografía más regular y maestra de la historia del cine. El ritmo lleno de humor, naciente en las raíces austriacas que porta el gen de este genio cineasta, está presente en prácticamente todas las comedias que filmó. Primera plana una auténtica joya de 1974 ya en las postrimerías de su carrera, no es una excepción. Resultaría divertido emular en esta humilde crítica el ritmo vertiginoso que el bueno de Billy Wilder imprime en sus filmes pero la conciencia me gana por dos potentes motivos: 1) El resultado sería un bochorno de frases cortas y huérfanas de verbos y 2) No tengo lo que hay que tener para imitar de esta manera al MAESTRO, sí en mayúsculas, y uno de los cineastas que pertenecen a mi Olimpo cinéfilo particular y motivador para mamar cine. Así que mejor, digerir una crítica con calma. Veamos:
La cinta es un remake de Luna Nueva (1940, Howard Hawks) que a su vez viene de otro remake Un gran reportaje (1931, Lewis Milestone). Son tan fascinantes las 3 versiones que no caeré en el error de compararlas ya que las tres pueden tener su crítica con la suficiente vida propia. Billy Wilder, (con la ayuda de I.A.L.Diamond) adapta con su impagable estilo la obra de Ben Hecht y Charles Macarthur The front page. El «estilo Wilder» es presente en todas y cada una de las escenas del filme donde el ritmo, insisto, es frenético y las pizcas de humor se cuelan por cualquier rendija de los diálogos. ¿La pareja protagonista? No podían ser otros: Walter Matthau y Jack Lemmon , el dúo por antonomasia de las comedias de Wilder. Seguramente no exista en todo Hollywood una pareja varonil con mayor compenetración que la que muestran Lemmon y Matthau en cada una de sus comedias. Matthau que hace el papel del maquiavélico director del periódico Chicago Examiner tratará de retener con todos los medios a Lemmon en su papel de Hiddy Johnson, el mejor periodista con los que cuenta el medio. Una retención que viene motivada por la inminente marcha de Johnson para contraer matrimonio con la joven pianista Peggy Grant a la que encarna una jovencísima y correcta Susan Sarandon en los inicios de su carrera. A partir de aquí, con la potencia narrativa de la fantástica novela in crescendo y la construcción propia del genio de Wilder, el espectador asiste a un juego de retención espléndido y desternillante en la que la imprevisibilidad de los obstáculos se junta con la excentricidad de las situaciones, personajes y diálogos.
Un elenco de actores en el que todos y cada uno de los personajes están acertados. Especial atención merece la actuación del actor Austin Pendleton que da vida al personaje-motor del hilo conductor de la trama: Earl Williams, el cual espera, ante la expectación de los periodistas, en la prisión el momento de su ejecución en la horca tras haber matado «supuestamente» a un policía. Este personaje se presenta al público perfectamente caracterizado y brinda frases hilarantes llenas del agudo ingenio de la pluma de Wilder. Seguramente uno de los mejores diálogos del filme es el que tiene este extravagante Williams con el doctor encargado de confirmar su locura: -«Dígame señor Williams,¿tuvo usted una niñez desgraciada»? -«Pues no. Tuve una infancia perfectamente normal. -«Ya, deseaba matar a su padre y dormir con su madre…» -«Si va a empezar a decir guarradas…».
Wilder mantiene un diseño de vestuario y de la ambientación muy cuidado dentro del ambiente en el que se desarrolla la acción: el Chicago de 1929, año del famoso Crack de la bolsa. Además destacar el protagonismo inanimado que tienen los espacios en esta película, sobre todo la oficina de prensa donde «trabajan» los periodistas y, de forma más concreta, el imponente piano-escritorio que preside el mobiliario de la sala el cual posee vida propia y un rol vital en la trama a medida que ésta avanza. Primera plana es una película que ridiculiza el papel de la prensa al mismo tiempo que denota el significativo poder que tiene esta profesión. El periodismo puede alterar, y de hecho altera, el curso normal de las cosas e incluso los magnates de Chicago que aparecen en la obra actúan condicionados por la mediación de los periodistas en sus operaciones, moviéndose por el inmenso miedo a lo que estos puedan publicar en los diarios.
Para no destripar con spoiler el efecto sorpresa de todos aquellos que aún no la hayan visto, me quedaré con la primera secuencia de créditos que abre el filme que es una pieza por sí sola maravillosa. Todo un ejercicio fílmico de cámara, estructura y acción que plasma el proceso de fabricación de unos diarios en las máquinas. Simplemente una secuencia de 10.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 7,4
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