May 30, 2017 Dani Arrébola Cannes 2017, Festivales 0
Por Dani Arrébola
Demos todos palmas…de oro moldeadas
Ha concluido otra edición del Festival de Cannes y seguimos vivos. Sobrevivir ya es de por sí toda una proeza en un festival que te exige una exhibición de fuerzas mentales y físicas en una maratón casi a la altura de las de Kilian Jornet. Bien es cierto que tal maraton la ejercemos acurrucados en las butacas de las distintas salas del Festival: Debussy, Grand Théâtre Lumière, Bazin, Buñuel, Soixantième, Olympia…y pegando de tanto en tanto bostezos propios de las tres horas y poco de media que a los periodistas nos obligan a dormir por esta lujosa ciudad de la Costa Azul. Si bien es cierto que tampoco sería del agrado de la mayoría aguantar ocho horas diarias de cine viendo películas como The Square, del sueco Ruben Ostlund, que se ha llevado la Palma de un Oro algo moldeado este año para premiar a una película que más allá de un par o tres de escenas bien maquinadas, jamás se la recomendaría ni a mi profesor de filosofía ni a la vecina del quinto…decidan ustedes cuando se estrene.
Sala de prensa del Festival de Cannes.
El cineasta sueco retrata en su ensayo fílmico las absurdeces del arte moderno, a través de unos protagonistas que buscan su ubicación física y existencial mientras organizan la gran exposición en el museo donde ejercitan sus mentes. Creo entender lo que me quiere contar un director al que atendí y aprobé con nota en su anterior película, Fuerza mayor, pero me molesta la forma tan pedante en que me muestra la hipocresía, condición sine qua non del ser humano.
Sí me gustaron algo más las otras historias laureadas por el jurado presidido por Pedro Almodóvar y sus gregarios de lujo: Will Smith, Jessica Chastain, Paolo Sorrentino, Maren Ade…viendo estos nombres uno se asombra que el jurado al completo no solo hayan logrado un veredicto sino que también hayan sobrevivido saliendo sonrientes del Palais des Festivals. 120 battements par minute, es la denuncia con la que el director francés Robin Campillo, buscaba sensibilizar a las autoridades de ahora filmando la realidad de la Francia de Miterrand, aquella Francia de finales de los ochenta y principios de los noventa que empezaba a combatir el SIDA desde abajo, dada la evidente negligencia gubernamental, Le sobran cosas para mi gusto tan tiquismiquis, como por ejemplo la enorme extensión y repetición del folleteo-sentimentalista entre dos de los chicos protagonistas, pero en la balanza general y en esos corazón que laten tan deprisa las virtudes se imponen entre los chasquidos que al unísono y en asamblea deciden los componentes de ese joven grupo revolucionario que con sus radicales acciones puso al SIDA en el mapa del país galo. Sobre todo se impone una virtud llamada Adele Haenel, actriz que aporta oxígeno a cada píxel, cada vez que le da por aparecer en pantalla.Y aún más virtudes encuentro en la película rusa Loveless dirigida por el reflexivo e inteligente Andrey Zviangtsev. Nos sacude el alma ese niño de doce años llorando en solitario y sin llanto, escondido tras la puerta de su casa, hastiado de las broncas diarias de sus padres, a los que encarnan de manera precisa sus protagonistas. La miseria, la pérdida y la podredumbre de una sociedad rusa que, pese a quien le pese, continua en decadencia son tan reales en la cinta rusa como el aire que respiran sus deshechos protagonistas, incapaces de encontrar a su criatura quien sabe si muerta en algún descampado o buscando a una nueva familia…
Colas antes de entrar en el Palais des Festivals.
Y en esta setenta edición ha habido laurel para cuatro bien distintas pero apreciables mujeres: Nicole Kidman se llevó uno especial porque sí, porque le toca y porque no solo exhibe su arsenal corporal sino que en sus trabajos como actriz (presentaba dos en esta sección oficial) también muestra todo un ábano de talento interpretativo. El premio a Mejor Actriz para la también modelo Diane Kruger podría de entrada sorprender a una mayoría de público, pero bien seguro que sorprendería mucho menos una vez visto su trabajo en In the fade de Fatih Akin. Quizás no sorprenda apenas el que Sofía Coppola se ha traído a casa como Mejor Dirección en The Beguiled, no el mejor trabajo de la neoyorquina pero sí un solvente remake del ya lejano El seductor de Don Siegel. Y a la escocesa Lynne Ramsay, le ha tocado compartir honores ex-aequo para su mejor guion en You were never really here, juntamente con la historia titulada The killing of a sacreed deer escrita y dirigida por el griego Lanthimos, tan amado como odiado a partes iguales, y que tan fiel a su estilo ha vuelto a ser en la sección oficial de un Festival de Cannes que jamás puso la quinta marcha pero tampoco marchó al ralentí.
Y enCaNNeStados nos quedamos de nuestra segunda cobertura desde Apetece Cine en el festival de cine más importante y con más caché del planeta. Y moldeados nuestros trajes y vestidos de oro, miramos una última vez a la Croissette y sus presumidas viandantes…con la sonrisa, pese al maratón, dorada.
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