Ene 20, 2015 Dani Arrébola Críticas, Mundo APTC 0
Por Dani Arrébola
Que caigan rastras roñosas o chaqués perfumados, pero que resucite el caso 4F
El pasado sábado, el segundo canal de la televisión autonómica catalana, emitió en su programa «Sala 33» el documental Ciutat Morta –premiado en el último Festival de Málaga-. Y lo emitió al fin, tras una larga espera para obtener el OK de la televisión pública e instituciones salpicadas, que se resistían a exponerlo al gran público a causa de lo incómodo del tema, pero sobre todo por la gruesa llaga que suponía la diana compuesta de peces gordos a los que este documental apunta. El consentimiento no obstante, no venía del todo rendido, y el juez de turno censuró seis minutos del documental para ser televisados, en los que se dejaba -presuntamente- en evidencia a un alto funcionario de la Guàrdia Urbana barcelonesa. Unos seis minutos de censura que la magia y eficiencia de la red dejan completamente por estéril dado que el fragmento se puede visionar de forma rápida y legal en este enlace. Esta cola de expectación mediática que ya traía en Cataluña el documental, se acentuó nada más acabar su emisión de dos horas, en las que las redes sociales estallaron fruto de las llamas de impotencia provocadas por unas historias en las que se mostraban abusos de la autoridad en forma de torturas físicas y psicológicas, con el suicidio de una víctima como hilo argumental. Con polémica o no, sean más verdades o mentiras, hemos de felicitar al compañero Álex Gorina, director y alma máter de Sala 33 y a todo su equipo, por el empeño en que Ciutat Morta se emitiera como finalmente se emitió, sumando, además de todo un récord histórico de audiencia en Canal 33 (superando por ejemplo al «Peliculón» de la estatal Antena 3), un gran ejemplo a esa práctica tan embarazosa como necesaria llamada periodismo de investigación.
En documentales como Ciutat Morta, poco importa la forma y mucho el qué cuando el objetivo no es otro que izar la bandera de la denuncia hasta la fangosa azotea, con tal de sonrojar la cara manchada a sus supuestos implicados y caraduras mandamases. Dirigido a cuatro manos por Xavier Artigas y Xapo Ortega, la historia se centra en los hechos ocurridos la madrugada del 4 de Febrero de 2006, en los que, tras una refriega con la policía, se detuvieron y maltrataron a un grupo de jóvenes sudamericanos y a otra joven pareja. A través de la extrema sensibilidad de Patricia Heras (una de las detenidas que se quitó la vida tras cumplir parte de su estancia en prisión), el documental escarba en la hipotética otra cara de la Ciudad Condal, la de una Barcelona muerta y comandada por un sistema podrido.
Patricia Heras
Sobre la digestión que ha provocado en cada quien el visionado de este Ciutat Morta, se ha debatido mucho estos días en las redes y en la calle, y se seguirá haciendo. Los de vena más belicosa, están decididos a preparar el cadalso para todos aquellos cabecillas con corbata, porra o birrete que aparecen como máximos responsables del tormento de los detenidos; otros de sangre algo más horchatada, pero igual de legítima, realizan un juicio distante y ajeno, convencidos que el ejercicio más coherente es dejar que los hechos fluyan por su propio flujo o, si mas no, que los mismos caigan apelotonados cuan piezas de dominó venenosas y por la misma inercia del movimiento imponente e impotente de sus enlazados protagonistas; y un último grupo -entre los que me incluyo- opta por combatir los reflujos digestivos con la prudencia como tomillo eupéptico y revolucionario.
Una prudencia abanderada y alegada en el arte de huir de vulgarizaciones generalistas: el cuerpo policial, judicial y político es una cosa; el sistema podrido es otra. Porque Bakary Samyang y Víctor Bayona, que son dos de los guàrdias urbanas señalados en Ciutat Morta y que están desde este mes de Enero cumpliendo condena (por otra tortura), ni mucho menos representan el global de las neuronas y nervios ubicadas en la totalidad comunitaria de los Guardias Urbanas. Y es con esa misma prudencia como arma, por encima de cualquier daga vengativa o hielo cicatrizante, con la que es del todo imprescindible llegar hasta el final, y para lo que ha de servir este documental: para reabrir y resucitar del depósito de cadáveres el caso 4F, con tal de esclarecer qué narices pasó, tenga quien tenga razón y, sobre todo, caiga quien caiga, ya sean rastras de pelo roñoso o medallas, togas y chaqués perfumados de glorias, favores y mercedes.
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