Ene 30, 2014 Dani Arrébola Críticas, Mundo APTC 0
Por Anita Pies Fríos
Dir: Neus Ballús
Pro: Pau Subirós, Judit Quintana, Jordi Ambrós (TVC), Luciano Rigolini (Arte France), Jordi Balló (UPF)
Int: Raül Molist, Maria Ros, Rosemarie Abella, Iurie Timbur, Maribel Martí
Los veranos en la comarca del Vallès Oriental son una lucha entre lo rural y lo urbano, el dentro y el fuera, el movimiento y la apatía.
Durante el día las persianas de los salones permanecen bajadas y el ventilador gira a la máxima potencia. La mano va del mando de la televisión al matamoscas y del matamoscas al cenicero. Los gatos enseñan sus bigotes por debajo de las cortinas antes de volver a esconderse en su madriguera. Los perros no tienen ánimos ni para ladrar. El cartel del supermercado Esclat parece que efectivamente va a estallar en sonora explosión antes del mediodía. Los tractores pasan una y otra vez por los mismos conreus de secà.
Al atardecer los cocineros cambian el humo de los extractores por el de la pipa de tabaco. Los agricultores esparcen las mongetes sobre mesas de madera y cuentan los pimientos y berenjenas que venderán de puerta en puerta al día siguiente. En Gallecs, esa reserva de ruralismo amenazada con la desaparición, Raul vuelve por fin del campo con la camisa empapada y abre una lata de cerveza helada en su balcón, frente a la autovía por la que pasan camiones y autobuses, esos que Rosemarie no puede coger para ir a la residencia de ancianos debido a la escasa frecuencia de paso. En otro lugar, María pone fin a su sesión de caja tonta y saca a pasear dificultosamente su cuerpo bajo la mirada orwelliana de la cámara de seguridad. Maribel dobla su silla de playa y vuelve a casa con más resignación y menos cigarillos. Iurie llama por teléfono a su novia en Moldavia y moja el pan bimbo en un bote de nocilla. A estas horas, sigue haciendo un calor asfixiante.
En este contexto, las tormentas se convierten en una necesidad vital. Ahuyentarán a los mosquitos que suben desde los jardines hacia las ventanas de las casas en busca de las sangres más dulces. Matarán de forma natural las moscas blancas que devoran rápidamente las cosechas. Borrarán las marcas de la superficie de las hojas y las grietas de la piel de los humanos, que de noche parecen esperar a que un poder superior les arrebate el alma y la fuerza, como en el episodio bíblico de los primogénitos.
En La plaga, Diego Dussuel es fiel al paisaje donde acontecen los hechos y con una paleta cromática de marrones, ocres y escasos verdes ensalza de manera naturalista esta comarca de polígonos industriales, carreteras con curvas y huertos viejos. La música agreste de David Crespo recuerda ligeramente a la de Gustavo Santaolalla y subraya el carácter de western y de tragedia divina del relato. Un relato que transcurre en el límite entre realidad y ficción, si es que existe una barrera clara entre ambos. «Al principio pensaba que La Plaga seria el retrato de un lugar», comenta Neus Ballús. «Finalmente ha acabado siendo el retrato de una serie de personajes que se han entregado a la película sin reservas”. Personajes que llegó a conocer a fondo a lo largo de cuatro años de investigación: charlas, fotografías, notas. “Esto no significa que como cineasta no haya asumido un papel muy activo en la elección de todos los elementos que forman parte de la película. Hemos filmado como en una ficción: hicimos que pasaran cosas, provocamos el choque entre los personajes, y entre ellos mismos y su drama. Toda la construcción fílmica está al servicio de los personajes: es una plataforma elevada des de la que ellos se expresan, y donde surgen sus emociones y gestos más auténticos. Parece una paradoja, pero es gracias a esta gran construcción que me pareció que podía emerger con más fuerza la realidad auténtica de estas personas únicas, con toda su humildad y fortaleza.”
Y es que La Plaga se enmarca en cierta tradición del documental catalán. Neus Ballús fue alumna del Máster en Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra, cuyo objetivo, desde los inicios, era el de crear una no-ficción diferente que se alejara del reportaje televisivo y del lenguaje tradicional que acarreaba toda la historia del género en España. Los modelos o referentes eran El sol del membrillo (Víctor Erice, 1992), Innisfree (José Luis Guerín, 1990) y Gaudí (Manuel Huerga, 1989). Desde aquellas aulas, el máster buscaba posicionarse como un antes y un después en el contexto del documental creando al mismo tiempo una serie de films de referencia. Canal + fue uno de los socios principales a la hora de financiar proyectos como Mones com la Becky de Joaquim Jordà (1999) o En Construcción de José Luís Guerín (2001). Ambos directores fueron profesores que transmitieron su conocimiento a alumnos como Isaki Lacuesta, el cual rodó en este marco su ópera prima Cravan vs Cravan (2002). Éstas y otras obras resultaron innovadoras respecto cómo se organiza la realidad para ser filmada o como se la construye desde el artificio para la cámara cinematográfica. Tenían en común una problematización de la concepción clásica del documental, partiendo del argumento de que aquello que es producido por la imagen es ya, en sí mismo, algo distinto a la realidad: es lo real visto a través del cine[1]. Así, por eje
mplo, Mones com la Becky se erigió como un documental-ensayo en el que el propio cineasta recurría a sus experiencias clínicas, distanciándose de la simple reconstrucción histórica, y Cravan vs Cravan se movía entre lo documentado y lo evocado, lo auténtico y lo falso, sobre la figura del boxeador protagonista.
El cine de no ficción se ha legitimado a lo largo de los años hasta convertirse en sinónimo de calidad, normalmente más fuera que dentro de nuestras fronteras. Películas pequeñas con un fuerte compromiso con la realidad se exportan a otros países y recogen éxitos. En una entrevista concedida a TVE Catalunya con motivo del premio RNE Sant Jordi de Cinematografía 2014 a mejor ópera prima, Neus comentaba que durante la preproducción y rodaje de La plaga ni ella ni nadie del equipo podía permitirse soñar con nominaciones y premios, puesto que hoy se vive una situación de incertidumbre total respecto si una película va a poder terminarse y llevar a las salas. La plaga se estrenó internacionalmente en la 63 edición de la Berninale, en Barcelona clausuró el Festival Cinema d’Autor en 2013 y ahora tiene varias nominaciones a los Premios Gaudí y los Premios Goya que se otorgarán este mes de Febrero. En los primeros, La plaga compite por el premio a la mejor película catalana de 2013 con Barcelona, nit d’estiu, de Dani de la Orden; Fill de Caín, de Jesús Monllaó Plana, y Tots volem el millor per a ella, de Mar Coll, y opta a los premios de Mejor dirección, Mejor guión (de Neus Ballús y Pau Subiró), Mejor montaje (de Domi Parra) y Mejor fotografía (de Diego Dussuel). En cuanto a los Goya, compite en la categoría de Mejor dirección novel junto con La herida de Fernando Franco, Mindscape de Jorge Dorado y Stockholm de Rodrigo Sorogoyen.
En el presente momento de crisis en el que la continuidad de la producción está en peligro, el primer largometraje de Neus Ballús es una película de resistencia, que, como sus protagonistas, afronta los golpes. Del estado actual del sistema económico, de la estructura social, del entramado cinematográfico, del supuesto progreso industrial. La directora catalana afirma tener una especial preocupación e interés por trabajar con el material de la realidad para dar apoyo, visibilidad y dignidad a sus personajes y al mismo tiempo ofrecer una lectura de lo que está sucediendo a nivel colectivo. Y es que sus protagonistas comienzan en un estado vital parecido, solos antes las adversidades, y terminan enfrentándose a su destino igualmente desamparados pero con un sentimiento de comunidad.
Al final de la película el espectador no sabe si sale de la sala de cine desasosegado o refortalecido. La época exige de nosotros un estoicismo clásico, una resistencia propia de los templos griegos, una tenacidad de mármol. Antes de que todo acabe en ruina y putrefacción hay que cortar ciertas raíces – nacionales, sentimentales – con la hoz. Y en este combate ¿Estamos preparados para luchar «hasta el punto«, como Iurie? ¿Podemos poner una valla que marque la distancia apropiada entre nosotros y las personas a las que cuidamos, como Rosemarie? ¿Es posible olvidar los lugares donde vivimos antes de perder nuestra autonomía física, como Maria? Ella tiene claro que no, y por eso le cuestiona retóricamente a su enfermera: «Com es fa per deixar de pensar? Ja ho sé que ara estic aquí, però el cap no para». Y aunque el pensamiento no se detenga, aunque la fotografía de unos hijos con los que no disfrutamos de las vacaciones o el aspecto de una planta a la que nadie riega nos sumerja en la melancolía, no queda otro remedio que seguir abriendo caminos en la tierra, aunque levanten polvo, aunque avui sigui un d’aquests dies en els que m’ofego.
La plaga apela al coraje y a la entereza.
[1] Así se explica en “Realidad y creación en el cine de no-ficción. El documental catalán contemporáneo, 1995-2010” Casimiro Torreiro (ed). Madrid, Cátedra, 2010.
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