Mar 12, 2014 @roger_rodgar Críticas, Especial Goya 2015 0
Por Roger Rodríguez
Una realización simple que acabará por traer la comedia del año
Amaia es una chica de un pequeño pueblo del País Vasco que, obligada por sus amigas, celebra su despedida de soltera en Sevilla. Aunque no le gusten los andaluces, lo que peor lleva es celebrar la despedida de soltera de una boda que no se va a celebrar: su exnovio Antxón la ha dejado unos días antes de casarse. Con este panorama a la vista, Amaia conoce a Rafa, un joven sevillano que por casualidades de la vida no se ha visto con la necesidad de salir de su ciudad natal. Después de pasar una noche juntos, Rafa se da cuenta de que se ha enamorado, y al despertarse repara en que la única manera de poder contactar con Amaia es registrar el bolso que se ha dejado olvidado. A partir de aquí, Rafa intentará encontrar y cautivar a la chica vasca de la que se ha enamorado locamente, hasta llegar al punto de coger un autobús rumbo a Euskadi.
Este es el punto de partida de «Ocho apellidos vascos» , para nada diferente del que suelen ofrecer este tipo de comedias románticas, pero que ofrece por el camino una agradable mezcla de originalidad, tópicos, risas e interpretaciones soberbias. Sin duda, lo importante no será el desenlace final, sino el desarrollo hasta llegar a él, en donde los personajes vivirán decenas de situaciones cómicas.
A nivel de guión, lo más destacable son tanto los gags como los diálogos, ambos pilares de la comedia. Si ya de por sí la situación es cómica (un andaluz haciéndose pasar por vasco) hay que añadirle la cantidad de tópicos y de momentos que eso puede dar juego. Martínez-Lázaro explotado esta situación al máximo y logra que tanto diálogos como bromas lleguen a parecer naturales, asegurando así la risa.
El aspecto interpretativo también aporta su grano de arena para dotar a la película de cierta personalidad. Sin duda alguna, el peso recae sobre Dani Rovira y Clara Lago, actores que resuelven muy acertadamente sus respectivos papeles. Por su parte, Dani Rovira y su personaje (Rafa) dejan entrever el enorme talento que atesora el malagueño: si como monologuista ya tenía su público, con la interpretación de este film ha dado un paso más para adentrarse en el mundo de la interpretación. Por otro lado, Clara Lago sigue en su línea y consigue crear una Amaia totalmente auténtica y con una personalidad abrumadora, todo ello sin necesidad de caer antipática.
A resumidas cuentas, a pesar de que sea una película que no destaque por su realización ni por el final previsible y «ñoño» que caracteriza este tipo de historias, «Ocho apellidos vascos» es una producción que derrocha originalidad, simpatía y un juego de contrastes desternillante. El film posee una suficiente personalidad y sello de identidad como para convertirse en una de las comedias del año.
Escribe sobre series y ocasionalmente sobre cine. Cree que aquellos que hablan de la tele como "la caja tonta" deberían ver 'Los Soprano' y 'Breaking Bad'. Desayuna huevos con bacon desde que vio la intro de 'Dexter'. Siempre viste camisa.
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