Oct 06, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Hermoso y lozano homenaje a la vida y al cine
Segundo largometraje el que nos llega a nuestras salas del director tejano Alfonso Gómez-Rejón tras su fallida cinta terrorífica, Espera hasta que se haga de noche (2014), en la que dejó con la sangre demasiado fría al personal que se animó a verla. Con una buena experiencia de horas filmadas en la pequeña pantalla -acumula horas de dirección en capítulos de prestigiosas series como Glee (2009) o American Horror Story (2012)- Gómez-Rejón parece haber dado un buen golpe en la mesa con el didáctico título de Yo, Él y Raquel, que estrena en nuestras salas tras la excelente acogida al otro lado del charco donde ha sido capaz de lograr el siempre prestigioso premio a la Mejor Película y el del Público en el pasado Festival de Sundance.
La historia, escrita por Jesse Andrews, nos presenta a Greg (Thomas Mann) el cual vive su último año de instituto de una forma poco común y disfrutando de su parcial anonimato por el centro, en el que es respetado por todos los grupetos de compañeros pero sin llegar a ningún vínculo afectivo. Su único amigo es Earl, (RJ Cyler), con el que realiza en secreto extrañas películas que expresan la gran pasión de ambos: el cine. Pero la situación va a cambiar de manera radical para Greg en el momento en que su madre le obligue a hacerse amigo de su compañera de clase Rachel (Olivia Cooke), que ha sido diagnosticada con leucemia.
A través de un montaje fresco, dinámico y valiente Gómez-Rejón logrará la empatía entre personaje-espectador, entre el plasma y la piel, a un ritmo in crescendo que explota ante uno de esos finales que dejan huella y que no destriparemos por aquí. En Yo, Él y Raquel uno va encontrándose cada vez más a gusto a medida que el metraje y, sobre todo, esa historia avanza; un cuento que nos va tecleando el joven protagonista y que es a su vez un hermoso y lozano homenaje tanto a la vida como al cine. A pesar de la dureza de esa maldita enfermedad llamada cáncer -una dureza en este caso aún más miserable teniendo en cuenta que afecta a una víctima en el momento en que empieza realmente a vivir- la película se va viendo con una sonrisa gigante en la cara que amanece tímida y anochece en todo un torrente de expresiones que estallan como cuando a uno le roban el alma y el tiempo de propina.
Y también están -por supuesto- ellos, los jóvenes actores que imprimen un aliento de menta fresca a todo el plasma. Sobre todo está una prometedora Olivia Cooke de mirada a caballo entre la dulzura y la picaresca, entre la carga de un presente y la ilusión desmontada ante futuro que no vendrá. En emociones más contenidas se exhibe un Thomas Mann obligado a reformularse ante ese gusanillo en la barriga que le imprime Rachel y también, por qué no, un raruno pero excelente companion como RJ Cyler que es capaz no solamente de cerrar sino también de abrirles los ojos cuando es preciso a su fiel amigo de grabaciones y de comidillas en el seminario de Historia.
Yo, Él y Raquel es un regalo inmenso que nos brinda Gómez-Rejón de lozanía y valentía en su montaje, un nuevo tipo de enunciado para contar algo que es cierto que ya se ha contado vairas veces en la gran pantalla pero que, ene sta ocasión, resulta imprescindible para todos los públicos a partir de la pubertad. Imprescindible porque no hay que dejar escapar en la cartelera estas pocas oportunidades para contenerse y emocionarse.
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